lunes, marzo 08, 2010

La cara más famosa del mundo


Finalmente, no fueron los italianos, ni los chinos, ni los ingleses los que impusieron el uso del papel moneda. Fueron los norteamericanos. Lo cual no es tan sorprendente dada la crónica escasez de monedas metálicas que había en esa región desde siempre.

Y el principal responsable de esta creación no fue un economista académico ni una persona proveniente de las clases más acomodadas. Ni siquiera fue alguien con una formación que haya superado los dos años de escolaridad formal. Pero fue una de las mentes prácticas más prodigiosas de su época, un empresario exitoso. Estoy hablando de Benjamin Franklin, y creo que con la historia que les contaré entenderán por qué su cara adorna los billetes de 100 verdings....

Ben era el hijo menor de un fabricante de velas y jabones. Como tal, a los diez años el padre dio por concluída su educación formal y lo instruyó en ese oficio. Por razones que desconozco pero imagino, a los dos años Ben dejó tan glamorosa profesión y se fue a trabajar con un hermanastro suyo como aprendiz de imprentero. Este laburo, producto de una casualidad familiar, tuvo consecuencias fenomenales en la historia posterior de Benjamín, de las colonias inglesas de norteamérica y del mundo en general. Porque trabajando de impresor, Franklin desarrolló su gusto por la lectura y se educó en múltiples temas.

Pronto se independizó de su hermanastro y se mudó de Boston a Filadelfia donde puso su propia imprenta. Y no solo siguió leyendo sino que también empezó a escribir. Y fue así que a los 23 años publicó un folleto sobre las bondades del papel moneda. Filadelfia venía imprimiendo algo de papel moneda cuyo respaldo eran los bienes o los impuestos futuros de quienes pedían ese dinero prestado. Este papel tenía fecha de vencimiento en seis años, pero Ben observó que su emisión había mejorado sustancialmente la actividad económica de la ciudad. En su folleto Ben hizo una defensa de la conveniencia para las colonias de seguir emitiendo billetes. Este es un documento cuya lectura debiera ser obligatoria para muchos gobernantes, y por qué no para varios de sus asesores no economistas, dada la claridad con que Ben explica las bondades y riesgos de la emisión, aún cuando esté a veces equivocado. Ben dice que no son las leyes ni las tipos de cambio fijos entre el papel y las monedas de oro y plata los que definen el valor del papel moneda, sino la cantidad emitida del mismo en relación al volumen de comercio. Un exceso de billetes causa, obviamente, su depreciación....Esto es así porque el valor del oro y la plata no es permanente. Para subsanar esto propone que los billetes sean respaldados por la tierra de la colonia, la cual tiene un valor menos fluctuante y cuya cantidad es fija. Aquí me detendré para desviarnos de la historia.

Las colonias tomaron el consejo del folleto al pie de la letra y se lanzaron a imprimir su propio papel moneda. La imprenta de Franklin fue una de las que imprimió estos billetes; de hecho Ben Franklin creó una técnica para dificultar las falsificaciones (nunca dejó de ser, por sobre todas las cosas, un gran artesano y empresario). Pero los ingleses que controlaban estas regiones no estaban tan convencidos sobre este tema, porque veían en esto un avance de las colonias en un derecho que correspondía a la autoridad colonial. Entonces, en 1751 prohibieron la emisión de papel moneda en Nueva Inglaterra y luego en las 13 colonias. Franklin, un tipo emprendedor, se fue a Inglaterra a pedir al Parlamento que levantara esa prohibición. Allí argumenta que las colonias no pueden depender para la emisión de billetes de las reservas de monedas de oro y plata, como si lo hacían los europeos, pues la oferta de esas monedas no se podía controlar siendo una colonia. Por ende las colonias necesitaban emitir "fiat money" (moneda fiduciaria), no relacionada con las reservas de oro y plata.

Les dejo para su curiosidad aprender más sobre un tipo que fue inventor, jugador de ajedrez, diplomático, escritor, revolucionario, diplomático y muchas cosas más. Vale la pena.

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